¿Dónde está el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel?
En el centro de la Llanura Manchega, en la provincia de Ciudad Real y a los pies de los Montes de Toledo.
Bajo su superficie, una inmensa esponja de piedra
Bajo la superficie de Las Tablas existe un armazón de piedra caliza. El Karst fisurado que se sitúa bajo La Mancha es el mayor de cuantos se conocen en nuestro país. A lo largo de los siglos, la filtración del agua de lluvia fue primero descomponiendo la caliza, para después empaparla y convertirla en una descomunal esponja mojada. Una vez llena, comenzó a soltar agua, originado el paraje más singular de la geografía manchega: Los Ojos del Guadiana. El río Guadiana, tras nacer en las Lagunas de Ruidera, en su discurrir hacia Las Tablas, se filtraba poco a poco en las calizas hasta desaparecer completamente en Argamasilla de Alba, renaciendo a 50 km al oeste a partir de los llamados "Ojos del Guadiana".
El origen de las Tablas
Con el transcurrir de los siglos, en el bajo Guadiana, se formaron grandes charcos, crecieron vegas y bosques de ribera. En sus márgenes se establecieron comunidades de pescadores y en las vegas colindantes, pequeñas norias regaban las huertas. Este es el origen de Las Tablas de Daimiel, resultado de la unión de las aguas del Gigüela y el Guadiana (15 km aguas abajo de su renacimiento en los Ojos), que dan lugar a un amplio desbordamiento, originando grandes encharcamientos y superficies de inundación debido a la escasez de desniveles en el terreno.
Un humedal singular
Las Tablas de Daimiel están consideradas como Zona Húmeda de Importancia Internacional en la lista que, al amparo del Convenio de Ramsar, acoge cerca de 200 humedales de Europa y Norte de África. Están estratégicamente situadas en las rutas migradoras de miles de aves y desde hace muchos años han sido utilizadas como zona de reposo. Incluso muchas de estas aves escogen estas zona para pasar el invierno.
Las Tablas de Daimiel sólo pueden comprenderse en el marco de la denominada "Zona Húmeda de La Mancha" formada por decenas de lagunas, muchas de ellas amenazadas de desaparición.
Algunas son de naturaleza endorreica, en las que el agua, con un alto grado de salinidad, se acumula en las depresiones del terreno; otras se forman por la acumulación de agua en cráteres de antiguos volcanes y por último, Las Tablas de Daimiel, desbordamientos fluviales que se originan en la confluencia de los ríos Gigüela y Guadiana.
Hasta hace pocos años, ambos cursos fluviales mezclaban sus aguas durante desbordamientos, creando un ecosistema muy peculiar. Por un lado, el río Gigüela, que procede de la serranía conquense, aportaba aguas salobres, mientras que el río Guadiana contribuía con el aporte de aguas dulces.
La realidad es bien diferente. Como consecuencia de la sequía de años anteriores y de la sobreexplotación de las aguas subterráneas (acuífero 23) para el regadío, el único aporte de agua de origen superficial que entra en Las Tablas procede del río Gigüela que, gracias a las lluvias de estos años atrás, vuelve a entrar por superficie en el Parque. Además, en estos últimos tiempos está llegando a Las Tablas agua procedente del embalse de Peñarroya, vía río Gigüela.
Un clima marcado por la sequía
El invierno en Las Tabla de Daimiel es frío y el verano seco y caluroso, alcanzándose los 40ºC de temperatura. Las precipitaciones son escasas y rondan los 450 mm anuales con máximos en otoño y primavera, aunque durante algunos años del periodo comprendido entre 1980 y 1995 no se alcanzaron los 300 mm. Los días de escarcha, nieve o granizo no son más de tres al año, mientras que los de tormentas, nieblas o heladas aumentan su número considerablemente.
El acuífero 23, una gran bolsa de agua subterránea
Otra de las peculiaridades es la estrecha relación de dependencia con las aguas subterráneas. La pieza clave del sistema hidrológico de la cuenca alta del Guadiana es el acuífero de la Mancha Occidental o acuífero 23, el cual se extiende bajo una superficie de más de 5.000 km2 y sobre el que se asientan 40 municipios. El Parque Nacional se asienta sobre un substrato calizo que actúa como una esponja y puede funcionar como rebosadero natural del acuífero que hay debajo de él.
A mediados de los años setenta, el equilibrio del hombre con el humedal se rompió, la superficie de regadío usando aguas subterráneas aumentó considerablemente y la extracción de agua era muy superior a la recarga anual, provocando un descenso del nivel freático, la anulación de las descargas naturales, siendo los más espectaculares los "Ojos del Guadiana" y la desaparición del río Guadiana en su Cabecera.
Conservación de la Biodiversidad
Los carrizales (Phragmites australis), de una gran adaptabilidad y poder colonizador, se extienden en las áreas menos profundas y en casi toda la periferia del Parque. Entre ellos podemos avistar corros de eneas (Typha domingensis), que se instalan en las depresiones.
Hasta hace pocos años, los juncales sobre suelos con encharcamiento temporal eran frecuentes en las lagunas manchegas; hoy en día están seriamente amenazados por la ampliación de los cultivos, aunque siguen siendo abundantes en el Parque Nacional. Los limonios son en su mayoría especies propias de saladares y estepas salinas, que caracterizan un tipo de hábitat de interés prioritario en la Unión Europea y que por tanto, debe ser conservado.
En el Parque Nacional están representados algunos taxones endémicos de la provincia de Ciudad Real actualmente muy amenazados por la expansión de los cultivos en el exterior del espacio protegido, como Limonium carpetanicum.
Una de las formaciones más característica del Parque Nacional son las praderas de carófitos, constituidas por diferentes especies del género Chara (Ch. hispida, Ch. major, Ch. canescens) conocidas como ovas, que pueden forma un tapiz casi continuo en los fondos inundados.
La única vegetación arbórea está formada por los tarayes (Tamarix canariensis y T. gallica), que forman pequeños bosques sobre suelos húmedos, pudiendo soportar algún periodo de inundación y cierto grado de salinidad en el suelo. En las Tablas viven numerosas aves ligadas al medio acuático, entre las que destacan el ánade azulón (Anas platyrhynchos), el pato colorado (Netta rufina), símbolo del Parque, donde nidifica en un significativo número, lo que confiere a esta zona relevancia internacional, el silbón europeo (Anas penelope), la cerceta común (Anas crecca), el cuchara común (Anas clypeata), el ánade friso (Anas strepera); ardeidas como la garza imperial (Ardea purpurea), la garza real (Ardea cinerea), el avetorillo (Isobrychus minutus) y el avetoro (Botaurus stellaris), nidificante ocasional en el Parque. Otras aves ligadas al medio acuático son el zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis), que tiene en la zona manchega el área de cría más importante del oeste de Europa, el zampullín común (Tachybaptus ruficollis), el somormujo lavanco (Podiceps cristatus), el rascón (Rallus aquaticus) y el fumarel cariblanco (Chlidonias hybridus). También se pueden observar en el Parque aves de zonas esteparias, como las avefrías (Vanellus vanellus), canasteras (Glareola pratincola), alcaravanes (Burhinus oedicnemus) y sisones (Tetrax tetrax).
Entre los mamíferos, mencionamos al jabalí (Sus scrofa), el zorro (Vulpes vulpes), el turón (Putorius putorius), la nutria (Lutra lutra), la comadreja (Mustela nivalis), el conejo (Oryctolagus cuniculus) y el lirón careto (Eliomys quercinus).
Los anfibios y reptiles son muy abundantes: la ranita de San Antón (Hyla arborea), el gallipato (Pleurodeles waltl), el sapillo moteado (Pelodytes punctatus), el sapo de espuelas (Pelobates cultripes), el sapo corredor (Bufo calamita), el galápago europeo (Emys orbicularis), el galápago leproso (Mauremys caspica), las culebras de agua (Natrix spp.) y la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus).
Entre los peces destaca por su biomasa la carpa (Ciprinus carpio) y, por tratarse de especies endémicas con cierto grado de amenaza, el cachuelo (Leuciscus pyrenaicus), el calandino (Topridophoxinellus alburnoides), el barbo comiza (Barbus comiza) y la colmilleja (Cobitis paludica).
Manejo de la vegetación acuática. Con el objeto de mantener la estructura y distribución de la cubierta vegetal de las Tablas de Daimiel en su estado original, alterada a raíz de las modificaciones sufridas en su red hidrológica durante los últimos años, se ha acometido una serie de actuaciones para controlar la dinámica de la vegetación, marcada por una excesiva proliferación de ciertas especies vegetales que, debido a su carácter invasor y resistencia a la desecación estacional, constituyen un factor de desplazamiento para otras más vulnerables.
Esta relación se establece entre especies como carrizo, taray y enea, sobre otras en regresión como la masiega. Este proceso se ha ido materializando de forma progresiva a partir de áreas marginales, donde el agua desaparecía temporalmente, hasta llegar a la situación más reciente en que la falta de agua puede afectar a grandes extensiones del Parque y, por tanto, las especies invasoras llegan a colonizar los espacios interiores, denominados "tablas", donde las únicas plantas existentes eran subacuáticas.
El resultado final de este proceso es la desaparición de dichas "tablas", áreas muy importantes para la estancia y permanencia de las aves acuáticas, así como para el desarrollo las praderas de ovas (plantas subacuáticas del género Chara) que constituyen un elemento clave en la cadena trófica del ecosistema.
Además, se pueden llegar a obstruir los cauces principales, así como el cerramiento de las "trochas" y pasos naturales que permiten el flujo interlagunar e impiden el aislamiento de ciertas masas de agua. Por tanto, las actividades más importantes son la apertura y mantenimiento de las tablas tradicionales de la vegetación invasora, la eliminación de residuos vegetales y quemas controladas de masiega para favorecer su regeneración, que sólo se realizan circustancialmente y en condiciones muy especiales.